En una casita en medio de un prado, vivía Caperucita Verde. Era una niña muy buena y simpática. Un día, su madre le puso en la cabeza una caperucita hecha de hojas verdes. Era muy ridícula, pero a Caperucita le gustó tanto que siempre la llevaba en la cabeza: sólo se la quitaba cuando se iba a dormir. Una rana, llamada Verdecita, es muy amiga de Caperucita Verde y siempre juegan juntas. Pero Caperucita Verde también tiene otros amigos: está Zip, que es un saltamontes verde, y se llama así porque salta de repente como un resorte. También están Giuseppa, la tortuga, y Pisellina, el caracol, que siempre están haciendo carreras de velocidad, y Zip bromea con ellas saltando sobre una u otra.
La mamá de Caperucita Verde tiene un regalito para llevarle a su abuelita Cicalina, que vive en otra casita después del bosque: es una preciosa cesta hecha de ramas verdes entrelazadas, con una botella de menta, un poco de perejil, un poco de ensalada y un paquetito de papel estampado verde con té de menta dentro.
“Llévale esta cesta a la abuela”, le dice mamá a Caperucita Verde, y Caperucita se pone su vestidito verde, sus zapatitos verdes y sus calcetines verdes. “Ten cuidado”, dice mamá, “cuando vayas por el bosque ten cuidado con el peligro, mira dónde pones los pies, no te ensucies, no te pierdas, no molestes a las hormigas, y vuelve pronto”.
“Ven conmigo, Verdecita”, dice Caperucita Verde. Entonces le da un beso a su madre y sale de su casa para ir a ver a su abuela. Después de unos pasos, el bosque con su luz verde aparece a la vista.
Caperucita camina confiada, llevando dentro la cesta con las cosas para la abuela. Qué bonito es el bosque: hay hojas por todas partes, delante, detrás, encima y debajo, todo tipo de hojas, estrechas, anchas, largas, con dientecitos o lisas, hojas que pican, hojas suaves…
La rana verde se divierte saltando como una loca, saltando sobre las hojas grandes, saltando sobre las piedras, saltando sobre la hierba. Caperucita Verde camina a paso ligero, escuchando el piar de los pájaros.
El bosque se llena cada vez más. Caperucita sigue su camino.
Caperucita pasa por detrás de una gran roca.
¡El lobo! La bestia negra quiere asustar a Caperucita para robarle la cesta: salta de repente de detrás de la roca donde estaba escondida. Pero, por suerte, era el final del bosque y Caperucita Verde sale corriendo por donde el lobo no quiere ir porque tiene miedo de que le vean y le cojan.
El lobo sigue a Caperucita Verde con mirada furiosa, escondido detrás de un arbusto, y ya está pensando en saltar sobre ella cuando llega a casa de su abuela.
Pero, ¿dónde está Verdecita? La rana no está. ¿Dónde puede estar?
¿Dónde está la rana Verdecita?
“Venid todos rápido”, dice la rana Verdecita a sus amigos. “Caperucita Verde está en peligro, hay un lobo, ¡corramos a salvarla!”.
Y todas saltan. De repente, el lobo es atacado por unas ranas. No entiende lo que pasa, intenta cogerlas con las patas, se retuerce, se retuerce, y mientras tanto las ranas le atacan por todos lados, le saltan al hocico, son más rápidas que él. El lobo piensa que son muchas y muchas, como una gran tormenta, y al final se queda sin aliento, la cabeza le da vueltas, está enfermo.
Mientras tanto, Caperucita Verde ha llegado a casa de la abuelita. El lobo, hinchado, se aleja. Verdecita vuelve a amenazarle. ¡Fuera! ¡Fuera! Caperucita toca el timbre y entra en la casa.
La abuela lo ha visto todo y ha preparado un buen té con menta para Caperucita y sus amigos. Las ranas se sientan donde quieren.
Caperucita Verde tiene su propia mesita con un mantel de lunares, una sillita y su propia biblioteca en casa de la abuela. Todos beben té con mucho azúcar: una rana no quiere azúcar. Todos descansan un poco, antes de volver.
Aquí está Caperucita Verde volviendo a casa, todavía recorriendo el bosque junto con su amiga la rana y las otras ranitas que también vuelven a casa. A estas alturas, Caperucita ya no tiene miedo del lobo porque sabe que tiene muchos amigos. Cuando llegan a casa, Caperucita y Verdecita le cuentan a su madre su aventura. Caperucita cuenta bien toda la historia y Verdecita muestra cómo asustó al lobo.
“Ese lobo malo no volverá a aparecer”, dice mamá, “ahora ya tiene un miedo que no se le pasará pronto. Un miedo que antes ni siquiera sabía que existía. “Yo también quiero oírlo”, dice la tortuga que ha llegado tarde.