Había una vez un ratón que vivía en el campo y disfrutaba de una vida tranquila. Un día, recibió la visita de su primo, un ratón de la ciudad, que llevaba una vida llena de lujos y comodidades. El ratón de la ciudad le contó al ratón de campo sobre los deliciosos alimentos que podía encontrar en la ciudad y lo invitó a visitarlo.
El ratón de campo, emocionado por la perspectiva de probar esos manjares, aceptó la invitación y se fue con su primo a la ciudad. Al llegar, quedó maravillado por las deliciosas comidas que había en abundancia. Los dos ratones se sentaron a comer y disfrutaron de un festín.
Sin embargo, en medio de su banquete, se escuchó un ruido fuerte y aterrador. El ratón de campo se puso nervioso y dijo que preferiría regresar a su hogar en el campo, donde se sentía seguro. Aunque el ratón de la ciudad intentó convencerlo de que no había nada de qué preocuparse y que debería quedarse y disfrutar de las comodidades de la ciudad, el ratón de campo insistió en irse.
El ratón de campo regresó a su hogar en el campo, donde tenía una vida sencilla pero segura. Apreció más que nunca la tranquilidad y la paz que había en su entorno, incluso si significaba tener una vida menos lujosa.

¿Cuál es la moraleja del ratón de campo y el ratón de ciudad?
La moraleja de esta fábula es que la seguridad y la tranquilidad son más importantes que los lujos y las comodidades. Aunque el ratón de la ciudad tenía todo lo que parecía deseable, también estaba expuesto a peligros y dificultades constantes. El ratón de campo aprendió a valorar su estilo de vida simple pero seguro en el campo.
Esta fábula nos enseña que cada persona tiene diferentes preferencias y prioridades en la vida, y lo que puede ser atractivo para algunos puede no serlo para otros. Cada uno debe encontrar su propio equilibrio y buscar la felicidad donde se sienta más cómodo y en paz.