Había una vez un lobo muy inteligente e inquieto que vivía con sus padres en el bosque. Su madre le había advertido muchas veces que no saliera de la cueva antes de que cayera la noche, porque podía tropezarse con un hombre que le podría hacer daño. Pero el lobito, aunque sagaz, era muy desobediente y, sobre todo, adoraba el olor de las flores, la sombra fresca que proyectaban las ramas al mediodía y el canto de los azulejos.
Un día, el lobito decidió explorar más allá de los límites del bosque. Se adentró en un sendero rodeado de árboles altos y frondosos. Mientras caminaba, escuchó un rumor sobre una niña llamada Caperucita Roja que solía pasear por esos parajes. Su curiosidad se despertó, y el lobo decidió investigar.
Siguió el rastro de Caperucita Roja y finalmente la encontró, luciendo su famoso capuchón rojo. El lobo se acercó cautelosamente y entabló una conversación con la niña. Descubrió que Caperucita Roja llevaba una cesta llena de comida para su abuelita, que vivía al otro lado del bosque.
El lobo, con su astucia, ideó un plan para llegar primero a la casa de la abuelita. Corrió velozmente a través del bosque y llegó antes que Caperucita Roja. Una vez allí, se disfrazó de la abuelita, se metió en su cama y esperó.
Cuando Caperucita Roja llegó, se sorprendió al ver a su abuelita con una apariencia extraña. Pero confiada en su inocencia, se acercó a la cama. El lobo, disfrazado, le pidió que se acercara aún más, y en ese momento, el lobito reveló su verdadera identidad.
Pero en lugar de atacar a Caperucita Roja, el lobito le habló con amabilidad. Le explicó que no tenía intención de hacerle daño, que solo estaba buscando una amiga con la que compartir su amor por la naturaleza. Caperucita Roja, sorprendida por el comportamiento inesperado del lobo, decidió escucharlo.
A partir de ese día, el lobito y Caperucita Roja se convirtieron en amigos inseparables. Juntos, exploraron el bosque, aprendieron sobre las plantas y los animales, y descubrieron la importancia de respetar el equilibrio de la naturaleza.
Caperucita Roja comprendió que los cuentos y las historias pueden estar llenos de estereotipos y prejuicios. Se dio cuenta de que no todos los lobos son malvados y que la apariencia no define la esencia de una persona, o en este caso, de un lobo. Aprendió a juzgar a los demás por sus acciones y no por su aspecto.
Desde ese día, Caperucita Roja y el lobito demostraron al mundo que la amistad y la comprensión pueden romper con las barreras del miedo y la desconfianza. Juntos, se convirtieron en guardianes del bosque, protegiendo su belleza y preservando su equilibrio.
Y así, la historia de “Caperucita Roja Versión Lupina” nos enseña la importancia de mirar más allá de las apariencias y buscar la amistad y el entendimiento en aquellos que son diferentes a nosotros.
![Caperucita Roja Versión Lupina de Daniel Samper Pizano](https://paislejano.com/wp-content/uploads/2023/05/caperucita-roja-y-el-lobo-version-lupina.jpeg)