Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, todos hermanos, ya que habían sido fundidos juntos en la misma lata. Pero uno de ellos, el último en ser fabricado, había salido un poco diferente a los demás, ya que le faltaba una pierna. A pesar de eso, era un soldado muy valiente y, al igual que sus hermanos, estaba vestido con un uniforme rojo y dorado y portaba un mosquete al hombro.
En el día de Navidad, una niña recibió la lata de soldaditos de plomo como regalo. Los soldaditos se pusieron en línea en la mesa y el soldadito cojo se colocó al final de la fila, junto a la caja de música. Justo al otro lado de la mesa, se encontraba una hermosa bailarina de papel con un vestido de tul y un lazo en la cabeza.
Cuando la caja de música empezó a sonar, los soldaditos de plomo comenzaron a marchar y la bailarina de papel empezó a bailar. El soldadito de plomo se enamoró perdidamente de la bailarina y deseó poder bailar con ella.
Sin embargo, la felicidad de los soldaditos de plomo no duró mucho. La niña, al tratar de acercar al soldadito cojo a la bailarina de papel, lo hizo caer por la ventana y directo al canal de la calle. El soldadito de plomo navegó en su barquito de papel por el canal, pasando por debajo de los puentes, evitando los peligros y luchando contra los peces que trataban de devorarlo. Finalmente, llegó a una alcantarilla que lo llevó al río, donde lo engulló un enorme pez.
Mientras estaba dentro del pez, el soldadito de plomo encontró a una vieja rata que lo llevó a su guarida. Allí, el soldadito conoció a otros soldados de plomo, que habían sido abandonados por sus dueños. Sin embargo, el soldadito de plomo no se desanimó y, junto a sus nuevos amigos, elaboró un plan para escapar de la guarida de la rata.
Finalmente, los soldados de plomo lograron escapar y se adentraron en un río. La corriente arrastró al soldadito de plomo, que estaba sentado en su barquito de papel, hacia un remolino. El remolino lo llevó a una casa donde vivía la niña que había recibido la lata de soldaditos de plomo como regalo. La niña encontró al soldadito de plomo y lo colocó en la ventana junto a la bailarina de papel.
Pero la felicidad del soldadito de plomo duró poco, ya que un malvado duende que estaba en el cuarto de la niña lo tiró por la ventana y lo arrojó al fuego. El soldadito de plomo se derretía poco a poco, pero aún tenía los ojos fijos en la bailarina de papel.
De repente, algo milagroso sucedió. La llama del fuego alcanzó el lazo de la bailarina de papel y ella se desató. El viento la levantó y la llevó hasta la mano del soldadito de plomo, quien se había derretido por completo. Juntos, la bailarina y el soldadito se elevaron en el aire y volaron hacia la ventana, dejando atrás el humo y las llamas.
Los demás juguetes de la niña vieron el milagro y se preguntaron cómo era posible. La bailarina de papel, que ahora estaba a salvo junto al soldadito, les explicó que el amor verdadero era capaz de hacer milagros.
La niña se dio cuenta de que había perdido al soldadito de plomo y a la bailarina de papel, y lloró por su pérdida. Pero aunque los juguetes ya no estaban con ella, la niña se sintió feliz por haber presenciado un milagro.
Y así, la historia del valiente soldadito de plomo y su amor por la bailarina de papel se convirtió en una leyenda, que pasó de generación en generación. Los niños de todo el mundo aprendieron la lección de que el amor verdadero es capaz de superar cualquier obstáculo, y que los milagros pueden suceder cuando menos los esperamos.
![El valiente soldadito de plomo de Hans Christian Andersen](https://paislejano.com/wp-content/uploads/2023/05/El-valiente-soldadito-de-plomo-de-Hans-Christian-Andersen-300x300.png)