El Viejo Farol de Andersen

Había una vez un viejo farol en la calle, que se encontraba en un rincón oscuro y olvidado. Allí permanecía día tras día, viendo pasar a las personas sin siquiera notarlo. Muchos años atrás, cuando aún era joven, había iluminado las noches de la ciudad con su luz dorada, brillando con todo su esplendor. Pero ahora, su fragilidad y el paso del tiempo lo habían dejado débil y desgastado.

Las personas solían burlarse y menospreciar al viejo farol. Lo llamaban obsoleto y obsoleto, sin darse cuenta de su glorioso pasado. Sin embargo, el viejo farol no se desanimaba por los comentarios despectivos. Sabía que su función era importante y que, a pesar de la indiferencia de la gente, seguía siendo un farol valioso.

Una noche, cuando la lluvia caía fuertemente, un niño perdido se refugió bajo el viejo farol. Aterrado y con lágrimas en los ojos, el niño buscaba desesperadamente a su madre. El farol, a pesar de su debilidad, irradió una pequeña luz para guiar al niño. Poco a poco, el niño se calmó y comenzó a seguir la tenue luz del farol.

El pequeño farol llevó al niño a través de calles oscuras y peligrosas, alumbrando su camino con cada paso. Finalmente, llegaron a una plaza donde la madre del niño los esperaba angustiada. Al ver a su hijo a salvo, la madre le dio las gracias al viejo farol y alabó su amabilidad y valentía.

El viejo farol sonrió débilmente, sintiendo una alegría inexplicable en su interior. Ahora sabía que, a pesar de sus años, aún podía ser útil y valioso para alguien. Con el corazón lleno de gratitud, el farol continuó brillando en medio de la oscuridad, siempre dispuesto a guiar y ayudar a aquellos que lo necesitaban.

A partir de esa noche, el viejo farol ya no fue ignorado ni burlado. Las personas empezaron a reconocer su importancia y a apreciar su luz. Descubrieron que, aunque desgastado por el tiempo, seguía siendo un farol digno de admiración y respeto.

Y así, el viejo farol continuó iluminando las noches, recordándole a todos que la apariencia y la edad no determinan el valor de una persona o un objeto. Lo que realmente importa es la luz interior que es capaz de irradiar, iluminando el mundo y tocando los corazones de aquellos que la necesitan.

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El viaje farol de Hans Christian Andersen